Mas yo les aseguro que Capri es una princesa. Su cálido regazo toma forma de puerto, los lugareños le llaman "Marina Piccola". Sus delicadas manos lo rozan, asemejando casitas de colores y botes en el muelle.
La corona de su majestad es Anacapri. A ella se accede subiendo por callecitas angostas que serpentean hacia lo alto de la isla. Otra bella población con sus propias casitas y senderos floridos. Muy verde, muy límpida e inundada por el cielo.
Pero un detalle delata el carácter real de Capri: la sangre azul de la princesita. La grotta azzurra lleva las aguas por sus venas: son celestemente fluorescentes. El sol se niega a permanecer fuera de la gruta y la ilumina por dentro.
Finalmente, cuando te vas de Capri, partes con ese placer tan especial que sólo existe en el disfrute de la belleza. Una sensación libre de apegos y apasionamientos, que desea regresar pero sin ánimos de posesión..., por la pura estética, por los gratos sabores y la buena vida. Y así te alejas, con la percepción del viento en el rostro y que dejas atrás una bella mujercita que te dio todo sin siquiera haber reparado en vos.
2 comentarios:
GENIALES LAS FOTOS!!! Y MUY BELLOS TUS COMENTARIOS. GRACIAS POR COMPARTIR CON NOSOTROS TUS OJOS!
UN BESO
CHUPÍN
Gracias a vos Patri por compartir conmigo tus impresiones.
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