Allí tiene sede el ÁNGEL DE LOS EXTRAVIADOS. Llegué a la terminal de la ciudad cerca de las cuatro de la madrugada. No encontraba un alma a quien preguntar por el hostel que tenía reservado. Andaba medio perdido, pero ya me iba enamorando de sus calles. Sería largo de contar cómo, pero a las cuatro y veinticinco ya estaba alojado en mi cuarto: el ángel había entrado en acción.
Al día siguiente me alejé hasta La Cartuja. Hacía mucho calor y me suponía a varios kilómetros del alojamiento. Compré una lata de cerveza, me dispuse a caminar y preguntar por dónde volver, pero antes de acabar de beberla ¡¡¡milagro!!! Había llegado al hostel. No les contaré cómo porque tampoco lo sé: mas el ángel no me abandonaba.
Sin embargo, todavía faltaba lo más sorprendente y una de las mejores experiencias del viaje: luego de hacer unas imágenes nocturnas del río Guadalquivir, entré a un bar. Sólo un parroquiano se hallaba sentado a la barra: Miguel. No sé si ustedes me creerán, pero estoy convencido de que ese hermoso parlanchín (a quien jamás olvidaré), no era otro que el mismísimo ángel que encarnaba, además, a Don Miguel de Cervantes. Mientras compartimos un exquisito "rioja" me contó las historias más fantásticas envuelto en una nube de loca irrealidad: no sólo era Cervantes, también Don Quijote. Autor y personaje, ambos conmigo bebiendo vino junto al Guadalquivir. Si al recuerdo de mi querido ángel Miguel le sumo los naranjos, los carros tirados por caballos, los callejones, los puentes, el barrio de Triana, la Catedral, la Giralda, el Alcazar y el día que alargué la estadía para seguir disfrutándola... ¡¡¡Qué más podría decirles de aquella increíble Sevilla, la ciudad del Ángel!!!
Con ojos de fotógrafo, corazón de poeta y gratitud de peregrino. Regresamos al camino con las imágenes y los sentires que dejamos atrás. Vaya este espacio para aligerar la carga, descorchar emociones y compartir senderos.
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