En el gran viaje de la VIDA..., viajemos por la vida

En el gran viaje de la VIDA..., viajemos por la vida
El gran viaje no está en la distancia sino en la actitud: CON CORAZÓN DE POETA, OJOS DE FOTÓGRAFO Y GRATITUD DE PEREGRINO puedes cruzar el mar, dar una vuelta al barrio o sumergirte en lo profundo del alma disfrutando del camino.

sábado, 25 de junio de 2011

Así me fui de Lisboa













"Érase de un marinero
que hizo un jardín junto al mar,
y se metió a jardinero.
Estaba el jardín en flor
y el marinero se fue
por esos mares de Dios."
Antonio Machado.

Lisboa es bella, antigua y con nombre de mujer que espera junto al puerto. Lisa Bona. Un querido e ido marinero me la reveló como la más hermosa, la ciudad a la que soñaba regresar con su amor, mi madre. Él no pudo hacerlo, pero yo sí. Anduve flotando por sus colinas, sus calles y su puerto, con otros dos en el alma, sobre una emoción de lágrima risueña.
Las siete colinas de Lisboa se exhiben con cadencia de fado, o morna cantada por un viejo negro anclado en Alfama que sueña con volver a Cabo Verde y no arranca. Subiendo al Barrio Alto y al Chiado, presencias inexplicables me orientaron y, a modo de brisa fresca, marina y favorable alivianaban la cuesta.
En el Chiado te bebes un café con Fernando Pessoa en el "Brasileira". Desde el mirador de San Pedro, en Barrio Alto, se ve toda la ciudad antigua enamorada del Tajo. En ese sitio siempre sopla el aire fresco, aún en verano, y siempre llegan los jóvenes, aún en invierno. Bajando por Rúa de la Victoria hasta las plazas y por Rúa Augusta sales a Comercio con olor a río. Más allá Belem, y mucho más allá Estoril y Cascais para entregar cuerpo y corazón al Atlántico, observando el Cabo de la Roca donde finaliza Europa por el oeste.
Lisboa fue madre que, sería largo de contar cómo, me despidió un día antes diciéndome: "Ala, ala..., vete ya, me has conocido y amado. Es hora que sigas viaje: tú, el marinero y su amor ya cumplieron el sueño. Ala, ala, vete que los espera Sevilla." Así fue que dejé Lisboa, con la sensación que ya les conté: despedirme, tal vez para siempre, de una bella y antigua ciudad con nombre de mujer que espera en el puerto. Así me fui, un seis de julio (que parecía siete) con un amor que aprendí siendo niño.

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